Una carta firmada por varios dirigentes estudiantiles intenta dar respuestas y salidas al intenso momento de movilizaciones en el que nos encontramos hoy. El malestar ante la promesa neoliberal incumplida hoy es exigido en las calles por miles y expresan el descontento transversal de la gran mayoría del país ante una clase política ciega y sorda. El llamado es a asumir los dilemas políticos, construir alianzas amplias y promover una mayor democracia y participación directa de la gente.
Desde el nuevo malestar a una nueva democracia: la política es demasiado importante como para dejarla en manos de los mismos de siempre.
Es evidente que la movilización por la educación ha excedido ya lo gremial. Y no se trata de una excepción. En los últimos años, este y otros movimientos han sabido expresar un creciente malestar social. Aparecen manifestaciones multitudinarias que se pensaron parte del pasado. Pero más importante: emerge un descontento transversal a la sociedad chilena.
A menudo, entre los alcances de 30 años de neoliberalismo, la élite empresarial y política destaca la alta cobertura de la educación superior como expresión de democratización social. No deja de ser irónico que sean esos mismos jóvenes los protagonistas del malestar. Hoy los “emergentes”, los consumidores y los endeudados alzan la voz. ¿Están siendo mal agradecidos?
Lo que vemos es el producto de tres décadas de neoliberalismo. La Concertación -renunciando a su inspiración socialdemócrata- mantuvo en lo esencial el modelo económico, político y social instaurado por la dictadura. Y aquella continuidad permitió madurar cambios sociales profundos. Viejos sectores protagonistas de las batallas políticas de antaño -la clase obrera y la clase media estatal- se empequeñecieron y desdibujaron ante la égida de un nuevo capitalismo. Sus organizaciones, sobrevivientes, entraron en una crisis de la que aún no repuntan. Al resto de la sociedad se le prohibió organizarse, instalándose una fuerte desarticulación social, que hasta hace poco, mantenía el descontento en los límites de la angustia personal.
El nuevo Chile, como se sabe, no tiene ni el rostro de los viejos obreros ni de los antiguos empleados públicos. Aunque somos sus hijos, nos tocó ser y estar en un país distinto. Se nos respondió a nuestras esperanzas con consumo, endeudamiento y empleos flexibles. Estuvimos obligados a creer en la educación como palanca de movilidad social. Nos prometieron igualdad de oportunidades y bienestar producto del esfuerzo individual.
Ahora hemos venido, simplemente, a exigir que tales promesas se cumplan. Ese es el reclamo de los cientos de miles que hoy protestan: se prometió igualdad, pues que la haya. Se prometió un desarrollo sustentable, pues que sea efectivo. Se nos prometió una educación de calidad, se nos hizo endeudarnos, disfrazarnos detrás de formularios de acreditación para exigir un derecho: acá estamos, queremos lo que es nuestro, no vamos a seguir pagando ni endeudándonos por lo que son derechos humanos. Nos prometieron democracia, igualdad, libertad. No pedimos nada más, pero tampoco nada menos.
En un proceso lento, las organizaciones sociales fueron aprendiendo la nueva realidad. El que hoy la expresen -aún difusamente y sin una estructuración definitiva- es producto de una larga acumulación de experiencias, de la que los abajo firmantes hemos sido parte, trabajando desde esfuerzos políticos de construcción de una izquierda moderna para los tiempos actuales, con la esperanza intacta de una sociedad más libre e igualitaria.
Desde el surgimiento del nuevo movimiento secundario, al cariz actual de las movilizaciones universitarias y sociales en general, el malestar ante la promesa neoliberal incumplida deviene en causa colectiva de cientos de miles. Las masivas marchas ya no expresan el descontento de sectores específicos en resistencia, sino la queja actual del nuevo Chile, transversal a millones. En ese trayecto, tres grandes aprendizajes han sido esenciales para los nuevos movimientos: asumir los dilemas políticos en sus propias manos, ante el desprestigio de la clase política; construir alianzas sociales amplias en pos de objetivos comunes, sobre todo capaces de convocar a sectores no tradicionalmente organizados; y promover una mayor democracia y participación directa de la gente.
Esos contenidos se han expresado de muchas maneras en estos años. En las demandas levantadas, en asambleas, en vocerías, en consultas, en alianzas sociales, en el uso constructivo de nuevas tecnologías de la comunicación, en novedosas formas de movilización. Hoy, lo sustantivo de tal aprendizaje es recibido por distintos actores como un bálsamo ante la decadencia -sin distingo de colores- de la clase política. Decenas de miles de estudiantes, profesores, ciudadanos “de a pie”, incluso autoridades universitarias, comienzan a plantearse elaborar entre sí mismos, a pesar de sus diferencias, un proyecto de ley sobre educación, o bien, dejar en manos de la ciudadanía, mediante un plebiscito, la orientación de una nueva reforma educacional en todos los niveles.
Más allá de sus expresiones concretas, esta nueva hebra de participación –aún con múltiples limitaciones- entraña enormes potencialidades para el presente y el futuro si se piensa en reformas y cambios políticos en nuestra alicaída democracia; inaugura la posibilidad de una iniciativa legislativa popular que articule a distintos sectores, de un ejercicio sistemático de la soberanía en materias clave que supere acuerdos cupulares y tecnocráticos, pero más importante, permite ensanchar los estrechos marcos en que hasta hoy se ha concebido la lucha democrática contra la exclusión.
La nueva hebra de participación no nos pertenece, ni le pertenece a la izquierda, ni a una corriente política determinada. Es de todo el pueblo. Ha surgido como respuesta a la insuficiencia de los actores políticos tradicionales, que aunque tratan de “acumular” el nuevo descontento, no lo logran. Es que la clase política no tiene nada que ofrecer: sin poder ni querer cuestionar el consenso neoliberal, ha devenido en un confuso enjambre de proyectos personales, en efecto, cada vez menos políticos. El escenario exige a amplios sectores sociales tomar la política en sus propias manos, al mismo tiempo que los partidos tradicionales, por su descomposición, la delegan en oscuros tecnócratas, centros de pensamiento y poderes fácticos a los que nadie elije.
En conjunto con reformas profundas al modelo social y económico, entre las que destaca una sólida educación pública que produzca mayor igualdad, más cultura, y más ciencia y tecnología para un desarrollo real, tal horizonte político es parte de los anhelos más avanzados hoy expresados en la calle, en las tomas, en las anónimas conversaciones de apoyo que recibe el movimiento. Una nueva democracia que no se agota en remozar un bipartidismo más o menos limitado. Sobre todo, nuevas fuerzas sociales y también políticas que la construyan. Su desarrollo, su capacidad para expresar afirmativa y constructivamente el malestar actual, será la verdadera ganancia de estos movimientos. La sociedad chilena ya se cansó de mirar cómo una pequeña élite lucra, toma las decisiones y además pretende dar lecciones de moral al resto; allí reside la verdadera exclusión. Es hora de comenzar el difícil camino de hacerse presente en la cancha grande donde se define el destino del país.
A pesar que es lógico y positivo que los actores busquen mejoras parciales en su situación, lo central acá no está en más o menos becas, más o menos recursos, si quiera en una reforma educacional de fondo: se trata de trabajar por un nuevo ciclo de luchas políticas, que vuelva posible lo que hoy el estrecho marco neoliberal presenta como imposible.
Aquella línea nos parece el sentido lógico de proyección de los anhelos que hoy empujan a cientos de miles. Prefigura un desafío que es demasiado grande para ser asumido por un actor único; exige unidad, amplitud y fuerza, al mismo tiempo que demanda tareas e instala complejidades que van más allá de la movilización social, que hasta ahora ha sido posible desarrollar. Una nueva forma de comprender la acción política se esboza en el horizonte. Esperamos que lo obrado hasta aquí, y lo que se pueda aprender de los actuales eventos, ayude a dar un nuevo paso en ese sentido.
Cari Álvarez, Secretaria General Federación de Estudiantes Universidad Austral de Valdivia – Feuach, (2010-2011).
Giorgio Boccardo Bosoni, Presidente Federación de Estudiantes Universidad de Chile – Fech (2006-2007), Senador universitario (2008-2010).
Gabriel Boric, Senador universitario, Universidad de Chile (2009-2011), Pdte. Centro de Estudiantes de Derecho – CED (2009-2010).
Andrés Bustamante, Vicepresidente Federación de Estudiantes Pontificia Universidad Católica de Chile – Feuc (2004-2005), Pdte. Centro de Estudiantes de Sociología (2004).
Lucía Castillo, Secretaria General Federación de Estudiantes Universidad de Concepción – FEC (2006), Pdta. Centro de Alumnos de Pedagogía en Español (2005).
Nataly Espinoza, Pdta. Federación de Estudiantes Universidad Católica de Valparaíso – FepucV (2010-2011), Pdta. Centro de Estudiantes de Ingeniería en Informática (2008-2009).
Francisco Figueroa, Vicepresidente Fech (2009-2010, 2010-2011), Pdte. Centro de Estudiantes de Comunicación – Ceco (2008).
Daniela Moraga, Pdta. Centro de Alumnas Liceo Carmela Carvajal de Prat (2000), Pdta. Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales – Cecso, Universidad de Chile (2005-2006).
Líber Muñoz, Vocero Federación de Estudiantes Universidad Católica de Valparaíso – FepucV (2006), Pdte. Centro de Alumnos Instituto de Biología (2005).
Rodrigo Oliva, Vicepresidente y Pdte. Federación de Estudiantes Universidad Arturo Prat – Feunap (2008 y 2009).
Víctor Orellana Calderón, Secretario General Fech (2004-2005), Pdte. Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales – Cecso (2003-2004), Pdte. Centro de Alumnos Liceo de Aplicación A-9 (1999-2000).
Leandro Paredes, Representante estudiantil al Consejero Académico Universidad Austral de Valdivia (2008).
Felipe Pino Carrillo, Secretario General Federación de Estudiantes Universidad Tecnológica Metropolitana – Feutem (2005-2006), Pdte. Centro de Estudiantes de Ingeniería en Informática (2004-2005).
Julio Reyes Ávila, Pdte. Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago – Feses (2000), Pdte. Centro de Alumnos Liceo de Aplicación A-9 (1999).
Diego Sáez Trumper, Pdte. Federación de Estudiantes Universidad Austral de Chile – Feuach, (1999-2000, 2000-2001, 2001-2002).
Iván Salinas Barrios, Delegado de Bienestar Universidad de Chile (2006), Pdte. Centro de Estudiantes Facultad de Química y Farmacia (2002-2003).
Úrsula Schüler Vidal, Vicepresidenta y Secretaria General Fech (2007-2008, 2008-2009), Vocera Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios – Aces (2001), Pdta. Centro de Estudiantes de Comunicación – Ceco (2006-2007).
Jorge Sharp Fajardo, Vicepresidente y Pdte. Federación de Estudiantes Universidad Católica de Valparaíso – FepucV (2008-2009, 2009-2010).
Danae Sinclaire, Senadora Universitaria, Universidad de Chile (2008-2010), Pdta. Consejo de Estudiantes de la Salud – CES (2006-2007).
Javier Valenzuela, Secretario de Comunicaciones, Federación de Estudiantes Universidad de Valparaíso – Feuv (2007), Pdte. Centro de Alumnos Liceo Confederación Suiza (2002), Dirigente Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios – Aces (2002).
Patricia Varela, Senadora Universitaria, Universidad de Chile (2006-2008), Pdta. Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales – Cecso (2004-2005).
El Ciudadano