"Dejar que los niños relaten y dibujen dónde estaban, qué sintieron, quién los ayudó, qué pensaron, así como acoger las explicaciones que se han hecho del fenómeno, son estrategias esenciales para dar el primer apoyo en la situación crítica".
Una vez más, la naturaleza nos ha mostrado -con fuerza inusitada- nuestra vulnerabilidad. Acabamos de vivir una de las mayores catástrofes naturales de nuestra historia como país. El terremoto nos ha conmovido y ha afectado a todos, y los niños no son una excepción.
Sin duda hemos sentido miedo ante un evento que es inmanejable y que fue muy largo. Para los niños, con mayor razón, este terremoto constituye una situación traumática, en la medida que no tienen explicaciones cognitivas ni experiencias previas que les faciliten la comprensión y la elaboración del evento traumático: ellos necesitan de la compañía, las explicaciones y el consuelo de los adultos para afrontar la situación. Compartir con sus amigos y compañeros sus vivencias y sentimientos es también una fuente de contención significativa.
Los adultos, a su vez, para entregar la contención emocional necesaria para sus hijos, requieren de redes que les entreguen soporte emocional. Las personas buscan encontrar resonancia emocional y estar con otros con los que puedan compartir sus temores y sus sentimientos. En estos primeros días, en sus primeros encuentros, las personas incluso no tan cercanas, comparten sus relatos acerca de dónde estaban, con quién y lo que sintieron. Todos somos testigos de cómo las personas amigas intentaron con desesperación comunicarse para saber de los otros. Desde el apoyo y el encuentro se va aquietando la ansiedad y se va recobrando la energía que resulta sanadora y que evitará que se produzcan efectos posteriores en la salud mental.
Los niños necesitan también, desde muy pequeños, elaborar un relato que les permita afrontar la crisis, sobre todo porque las réplicas que tendremos que sufrir por varios meses más revivirán las ansiedades. Ellos necesitan comprender que las réplicas son una forma de acomodarse de la tierra, pero que es muy improbable que se transformen en un terremoto. Tener información adecuada, veraz y apropiada a la edad de los niños les disminuirá la expectación ansiosa.
Quienes producen más tranquilidad en los niños y les permiten ir recuperando la normalidad son sus padres y los adultos a cargo. Estar separados de quienes son las figuras principales de su mundo afectivo les resulta muy estresante. Los padres son para los niños su lugar seguro y donde encuentran la calma después de la tempestad. Por lo tanto la sugerencia más importante es, en la medida de lo posible, darse tiempo para estar tranquilamente con ellos y escuchar sus vivencias y explicaciones en una actitud acogedora y contenedora.
Hay que validar sus sentimientos, sin sobrefocalizarse. Escúchelos atentamente, no intente derivar la atención con información irrelevante. Los niños necesitan descomprimirse para recuperarse después de las crisis. Respete sus mecanismos de defensa, especialmente si son pequeños. Valentina, de tres años, decía: "Mi hermanito tiene susto".
El hermanito aún no ha nacido, por lo tanto, esta verbalización no era una respuesta empática, sino claramente una proyección de sus propios miedos. Florencia, de la misma edad, en cambio, reconocía tener miedo y éste disminuía cuando estaba en la cama de sus papás, que en su imaginación era como una isla salvadora. Así, cuando su hermana menor se bajaba de la cama, en las primeras horas después del terremoto se angustiaba y pedía que la subieran para salvarla.
Un elemento con el que hay que ser extraordinariamente cuidadoso es con la exposición de los niños a las noticias de la radio y especialmente de la televisión, las que en forma reiterada muestran las más dramáticas escenas de destrucción que han hecho llorar a más de un adulto. Obviamente, a muchos niños y niñas les gusta mirar las noticias, pero si a los adultos nos afecta reviviendo la ansiedad, cuánto más les ocurre a los niños. Los preescolares tienden a pensar que cada vez que muestran la escena está sucediendo de nuevo realmente, y a los niños en edad escolar así como a los adolescentes los abruma la ansiedad frente a una imagen que saben real. No negar, pero sí dosificar.
Dejar que los niños relaten y dibujen dónde estaban, qué sintieron, quién los ayudó, qué es lo que pensaron así como acoger las explicaciones que se han hecho del fenómeno, rectificándolas si hay errores que puedan afectarlos -como sentirse culpables por lo que pasó-, son las estrategias esenciales para dar el primer apoyo en la situación crítica que están viviendo nuestros niños. Enfrentar apropiadamente esta crisis puede fortalecerlos para crisis futuras y previene el desarrollo de cuadros de estrés postraumáticos.
Con el paso de los días y el restablecimiento de la normalidad y las rutinas cotidianas, el miedo va disminuyendo y va siendo reemplazado por la tristeza y el dolor que se siente por los que están sufriendo con más intensidad los efectos devastadores de este verdadero cataclismo.
Este terremoto, para los niños de familias que han sido menos afectadas, debe transformarse en una oportunidad para aprender a ser generosos y desplegar mecanismos de ayuda para quienes están en una situación de mayor vulnerabilidad. Descomprimirse y hacerse una narrativa son dos mecanismos de gran utilidad en la elaboración de las crisis, y colaborar de cualquier forma enseña a nuestros niños a ser más generosos y solidarios, y puede ayudar a reconstruir y reconstruirse después del trauma.
Neva Milicic sicóloga., Ya, viernes 5 de marzo de 2010